A pesar de la denodada entrega, sacrificio y esfuerzo empleado por nuestro tejido productivo y empresarial, parece que a estas alturas, y más después de ese inquietante ejercicio de sinceridad que nos está aplicando el actual Gobierno, cada vez resulte más difícil conservar siquiera un hálito de optimismo. No voy a hacer más leña de lo que es bien conocido y aparece, día sí y noche también, en los medios: la catástrofe financiera, la caída hacia la recesión, la falta de confianza, etc. En esta ocasión quisiera que nuestros lectores, empresarios y profesionales de la industria gráfica nacional, reflexionaran acerca de una dificultad añadida del sector al que pertenecemos.

Sabemos que el sector gráfico nacional presenta un panorama profundamente atomizado, formado en su mayoría por pymes familiares, y eso no es excepción en el panorama empresarial general: hay más de dos millones y medio de empresas familiares que representan el 75% del empleo privado y han estado aportando el 70% del PIB español, con un ciclo generacional del 65% en primera generación y el 25% en segunda. Teniendo esto en cuenta, no es baladí que nuestros gobernantes estén esforzándose en apoyar, sobre todo, a la pyme.
Como mi querido lector puede ver, ése es otro aspecto que nos amenaza, y me entristece comprobar cómo muchas empresas acaban su actividad no tanto por la crisis, sino por la ruptura en el relevo generacional. Que muchas empresas familiares no lleguen a la segunda generación es algo que últimamente voy observando en el ámbito de la industria gráfica, porque el empresario familiar, en muchas ocasiones “hecho a sí mismo” y centrado más en el trabajo que en la gestión, no ha sabido superar con éxito desafíos importantes y a tener en cuenta, como pueden ser: la planificación consciente de su sucesión, vencer la resistencia de los seniors a dejar su puesto cuando toca, incorporar directivos no familiares, solucionar los papeleos de constitución para el cambio, asegurarse de que el sucesor de la familia sea competente, tener la capacidad de captar y retener a directivos experimentados no familiares y conseguir recursos financieros externos o establecer alianzas con otras compañías sin llegar a perder el control real de su empresa.

Únicamente deseo que quien está implicado en el sector gráfico de nuestro país recapacite y se dé cuenta de que éste es un factor que se nos añade en este clima crítico e incierto que vivimos. Aunque Dios me libre de dar consejos en esto, porque como reza el dicho: “Entre padres, hijos y hermanos, que nadie meta las manos”.

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